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Ensayando prólogos

Prólogo I- COVID

Creí que el prólogo a la edición en español de Activismos tecnopolíticos. Constelaciones de performance comenzaría con todo lo que vivimos en el 2019: el verano puertorriqueño y #RickyRenuncia, el estallido chileno y Lastesis, latinoamérica en llamas, Bolivia, Ecuador, Colombia… Rebeliones, insurgencias contra el neoliberalismo y las vidas asediadas por la deuda y el neocolonialismo, impulsadas en muchos casos por los feminismos locales y por grupos o naciones indígenas. Pero, es agosto de 2020 y estamos hablando de cómo enseñar online, de qué necesitamos para quedarnos en casa y practicar el “distanciamiento físico”, de las economías que se derrumban, y de lo que dejó al descubierto (y a quiénes dejó literalmente a la intemperie) la pandemia que nos toca vivir. En Estados Unidos, retorna #BlackLivesMatter y esta vez sí, parece, que va en serio el llamado urgente a que la/s sociedad/es tomen cartas en el asunto para trabajar por un presente y un futuro antiracista, comenzando por denunciar, traer a la conciencia y rechazar, las actitudes antinegritud y de supremacía blanca.

Escribí este libro primero en inglés como una forma de instigar (qué arrogancia) a la movilización social y a la protesta en un contexto que parecía ver estos fenómenos como cosas de los sesenta o como acotados al movimiento por las vidas negras. El coronavirus lo cambió todo. La incesante violencia policial, junto a las noticias de que el virus arrasa en comunidades de color históricamente vulnerabilizadas, fue la mecha que encendió el fuego. Se suceden las protestas, a diario y en multiples puntos de las ciudades. Los grafitis y aceras pintadas adquieren status permanente. En las calles, jóvenes con barbijo, a veces de a uno en las esquinas, portan carteles con consignas que dicen Basta! En las casas, lxs que no quieren arriesgarse usan las redes para contribuir económicamente o para ayudar a difundir y presionar, para que el reclamo de justicia no quede en la nada. También salen los llamados “anticuarentena”, los libertarios. Los distingue el color de su piel, pero a veces no, a veces también es una muchedumbre mezclada.

Las redes también han contribuido a movilizar, a transmitir información y recomendaciones. Y también desinformación y teorías conspirativas. Los memes se encargan de los barbijos debajo de la nariz y de las mujeres blancas que llaman a la policía. En las redes compartimos noticias apocalípticas. Y en las redes también nos abrazamos (compartimos recursos, recomendaciones de pelis, tutoriales de cómo hacer barreras de protección con pañuelos verdes o medias viejas, o de cómo cultivar la famosa “masa madre”).  Devenimos constelaciones que se indignan si nuestros compatriotas salen a correr o si el presidente declara que la cuarentena se extiende o vuelve a la fase anterior. Ah, y bailamos en los balcones con el pueblo italiano y con les españoles. Aplaudimos a la hora señalada y caceroleamos o nos indignamos (otra vez) frente al tupé de lo que se entiende como intentos desestabilizadores de la difícil tarea de gobernar durante una crisis mundial para la que nada pudo habernos preparado (aunque les ambientalistas….)

El corona virus rompe las células con sus pinchos y coloniza nuestro cuerpo. Y nosotros extendemos nuestras centrales nerviosas como dedos de rana para tocarnos a distancia. Con palabras, con memes, con clips de YouTube. Somos cuerpos al borde de… que se dan manija y se calman en red. Testigos de cómo se van cerrando espacios y se proponen alternativas y críticas a la idea de simple traspaso de un medio a otro, de seguir sosteniendo el “podemos hacerlo”, el “you can do it”, que hace tiempo no deja de chirriar. En la sociedad del espectáculo, de pronto somos espectadores de performances sin espectadores (¿hay algo más “fin del mundo” que partidos de basquet e inauguraciones de olimpiadas sin audiencia en vivo?). El capitalismo dice “fidelidad al acontecimiento”, el show debe continuar, pero esta vez no hay tickets VIP. Somos seres mediados y a la vez, no. Duelo. Nos preguntamos cuándo nos volveremos a ver, aun cuando ya compartimos online, minuto a minute, el ejercicio de yoga y el té verde y las vitaminas y la marca de caramelos de zinc que elegimos para lidiar con el covidio. Pronto nos iremos a dormir juntxs. Pronto tal vez preguntemos, “hay alguien ahí?”  Y sin embargo, muchas mujeres y personas vulnerabilizadas tienen aun más posibilidad de que las maten (sus parejas, sus exes, la policía) que de morir de los pinchazos del corona.

Prólogo 2- 

Podríamos decir que este libro comenzó a escribirse en el 2001 cuando llegué a Nueva York para estudiar performance. Había conocido a Diana Taylor no hacía mucho y apenas entendí que lo que me había fascinado de la explosión cultural postdictadura argentina se podia englobar bajo el nombre de performance (no sabia dónde poner el acento) me enlisté. Como es común en muchas historias de inmigrantes, me fui por un año, me quedé diecinueve. Me quedé como extranjera. No sólo por lo que significó la era post 2001 en los procesos migratorios en Estados Unidos, sino porque nunca decidí irme ni quedarme. Hasta no hace mucho mi documento de identificación era mi pasaporte ya que no tengo licencia de conducir.

Ese vivir en situación permanente de extranjería es una posición que me interesa como crítica cultural. Sin ánimo de edulcorar una situación no exenta de padecimientos y abusos, ser extranjera en mis países (nótese el oximoron), así como en la academia, el arte, lo queer, los feminismos históricos, etc. alimentó mi deseo de saber, de entender, de habitar un lugar inestable, en movimiento; de enlazar y tramar. Si bien lo que me llevó a los estudios de performance fue lo visceral del arte de la performance- esa fuga a lo “esencial” para quienes procedíamos del teatro- al llegar a NYU lo que más me cautivó fueron artistas como Ricardo Domínguez y el Teatro de Disturbio Electrónico, Coco Fusco, La Pocha Nostra y los Surveillance Camera Players, todxs cultorxs minoritarios de la tecnología, o de un uso minoritario de la tecnología. Se trataba de performers menos interesados en los grandes despliegues a la Cirque Du Soleil, que hackers que intentan confrontar a los poderes tecnocráticos.

Estxs artistas mostraban, a la manera del arte feminista de los setenta, que no hay tecnología sin cuerpo (ni cuerpo sin tecnología, como dirían Merleau-Ponty y Foucault). Sus performances (sentadas virtuales) en apoyo al movimiento Zapatista  o a las mujeres que arman nuestras computadoras (Dolores de 10 a 10) apuntaban a mostrar que el universal, neutro, “liberador” del ciberespacio no es tal y que el espacio digital en red no es la utopía que se había anunciado en los ochentas y noventas sino un nuevo territorio de colonización. Aprender y trabajar con Ricardo sobre la idea de desobediencia civil electronica, y colaborar en acciones de escrache multiplataforma durante la visita del ex-ministro de economía argentino Domingo Cavallo como profesor distinguido en NYU post crisis del 2001 le dio un primer envión a mi proyecto.

Dado que vivimos el 2001, con las torres (y en mi caso la debacle argentina) llamo a mi generación, a mi grupo de doctorado, “la generación del acontecimiento”. Dorita Hannah y Rodrigo Tisi, que estaban un año más avanzados, escribieron sobre performance y arquitectura; T. Nikki Cesare Schotzko sobre el “hombre que cae” de las torres gemelas; Sandra Ruiz sobre la  colonialidad y el agobio de la temporalidad extendida del colonialismo (de alguna manera, sobre el no-acontecimiento). Desde la distancia yo observaba y admiraba la producción del teatro “joven” argentino que investigaba la idea del acontecimiento en la escena, la emergencia de lo “real”, para llevar a sus límites el “en vivo” en el contexto de creciente virtualización de nuestras vidas, en los espacios y ritos que creíamos amenazados. Ya en ese momento… Nada sabíamos de una posible pandemia, de la existencia zoomizada, de la multiplicación de las pantallas y las plataformas. Durante mucho tiempo me dediqué a explorar cómo definir esa idea de emergencia, de proceso, de disrupción, de irrupción que había atestiguado en septiembre y en diciembre de 2001, estando allí y a la vez lejos, extranjera.

La performance ya se había consolidado como disciplina artística y me parecía más cerca del objeto del que había escapado que del proceso, de la promesa fundante del “siempre por primera vez”. Por eso, en tanto escala y proceso y temporalidad, me interesaba volver a reanimar, a re-encantar a la performance, a preguntarnos qué pasa cuando algo pasa y qué pasa cuando ese algo involucra la mediación digital que hace posible que ese algo se estire, se difunda,  se multiplique, se difumine, se replique.

Y así, trabajando en las piezas de este rompecabezas llegó el 2008, otra crisis, ahora en mi territorio. Y luego Occupy. Y de pronto todos mencionan a los Zapatistas y a las asambleas barriales y hasta los cacerolazos y los escraches. Reverend Billy y Occupy se presentan en los bancos para denunciar, para “bromear” sobre las paradojas de los gigantes que fueron salvados con impuestos pero aun asi desalojan a sus deudores. Acciones que se parecen mucho a las tácticas zapatistas de imaginación política y de desafío de las lógicas del sentido neoliberal, narraciones condensadas para poner blanco sobre blanco en sistemas y lugares donde todo parece abstracto, dominios exclusivos de los letrados del siglo XX. Y luego llegó el 2011 y lxs estudiantes chilenxs y sus dramaturgias constelativas de acciones transmediales, ese carnaval estallado en distintas formas de ensayar, anunciar, reportar, documentar y reavivar la insurrección, la desobediencia. Principios que energizan a lxs estudiantes mexicanos y luego a las familias de los 43 de Ayotzinapa. Y seguimos desovillando el hilo de las desapariciones en latinoamérica…esa otra dramaturgia que nos une.

Empecé a escribir este libro en Nueva York, cuando se dejaron de cuestionar las elecciones del 2000 y se llamó a alinearse con Bush y su guerra preventiva. Terminé la escritura en Los Angeles, en Santa Mónica, al oeste del edificio de RAND Corporation desde donde se lanzó uno de los primeros informes sobre los Zapatistas y la llamada “guerrilla informacional”. También se escribió este libro en Chicago, lugar de mi trabajo actual, sitio simbólico donde se originó la teoría del sistema neoliberal y donde se formaron los “Chicago Boys”. En Buenos Aires estaba en el 2019 cuando latinoamérica estalló. Mi amiga Stella me dijo: “Bienvenida a latinoamérica en llamas”. Ecuador, Chile, Bolivia, Colombia.

Estar al lado del país que declara el fin del neoliberalismo. Revueltas todos los días, ojos perdidos cuando ya no hay nada que perder y cuando no alcanza con la vida si no se redefine su valor. “Hasta que valga la pena vivir”. Y que no sea el Estado quien defina el precio de una vida. Llegaban noticias del pueblo luchando también desde Bolivia mientras en Argentina los sectores reaccionarios se negaban a nombrar “golpe” al golpe. No estuve presente en estas revueltas pero sí había estado en Puerto Rico. En la plaza de la catedral, después del perreo queer en las escalinatas, grupitos se arracimaban para escuchar el discurso de renuncia de Ricardo Rosselló en Facebook. Lo logramos, decían y no lo podían creer. En el vecindario de la rebautizada calle Revolución, en honor a las víctimas de María, gracias al trabajo de lxs estudiantes y su defensa de la educación pública del 2010 y del feminismo que inauguró los acampes, las vigilias, de aquí no nos vamos aunque nos gaseen.

Pude oir, literal, cómo un pueblo colonizado, que jamás lo creyó posible, se vió haciéndolo: de distintas maneras, en canoa, con la cola, con cacerolas, de a uno, con cacerola girl, en las plazas, en los postes y en las escalinatas. Ruidos que unen desde los balcones a las 20 hs, ecos de otras veces en que el pueblo se levantó. Y si..? (vamos por todo, vamos como heroes, vamos en silencio, vamos a rapear). La pregunta, la especulación se puede correr de uno a otro término fácilmente. Latinoamérica (esto duele) que no había prestado atención durante María, de pronto se enamora, dentro de esa complicación que es la isla, el estado agregado, el bilinguismo y el pasaporte, para el continente latinoamericano que conoce el imperio que una y otra vez ha padecido…

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This entry was posted on August 9, 2020 by in Uncategorized.
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