Fragmento de Conversaciones con Madreselva
11- Esta semana Madreselva me dijo que creía que mi papá había ahorcado a Blue, la gata que dejé en Buenos Aires, porque quería que no sufriera más. Décadas después me dice ésto. En otro llamado recuerda que una vecina del edificio que comía en la cama murió incendiada porque también fumaba allí. Que piensa que la señora que la cuidaba no se quiso meter y que cuando le preguntó a su amiga Rosa cómo la sacaron, ella le respondió: En una bolsa negra de consorcio. Yo le dije que cuando lxs gatxs se enferman se esconden, se retiran. Porque ella me contó que esa noche Blue no fue a dormir a la cama con ellos como de costumbre, y que pensó que fue porque mi papá ya la había asfixiado.
Otro día quiso saber si Flavia y yo caminamos de la mano. Le dije “Nos estamos preparando para salir a caminar”. Y ahí Madreselva preguntó: “¿Caminan de la mano, o con la mano en el hombro?” Había en su pregunta un dejo de nostalgia, de imaginarse así con mi papá, de imaginar su pasado y tal vez el mundo de afuera como solía ser. Yo me quedé en silencio, pensando que también podia ser control, curiosear la diferencia. Le dije: “No… y a veces caminamos separadas. Yo adelante”. Después lo arreglé: “A veces con el brazo en el hombro”. Más tarde, en el paseo, lo hice. Cuando Madreselva se despidió dijo que nos mandaba un beso a las dos y especialmente a mí y a mi voz. “Me gusta tu voz”. Madreselva, como la mayoría de las madres, capta todo, sabe cuando estoy triste, estresada o alegre. También en este tiempo ha aprendido a celebrar lo pequeño, a explorar la performatividad de las palabras. Manda abrazos descriptivos, materiales, “un abrazo que las envuelva a las dos”, como mandaba flores aplastadas en sus cartas, o plumas de pajarito de la casa para marcar las estaciones.
Ese día, más tarde, Emi puso en una historia de Instagram un diálogo con su hijo:
A: “Mamá, extraño el mundo”.
E: “¿Qué del mundo?”
A: “El mundo entero”.