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Adónde

Soy una espectadora especial.

El pelo rojizo de Diana Szeinblum me hace esperar con ansias que sea él quien esté allí entre los protagonistas de Adónde van los muertos (Lado A). La pose que eligió para situarse en el infinito bien podría ser de él. No conozco a Diana. Nunca la he visto. Lo extraño. Lo veo casi con certeza en el cuerpo de quien se descubrirá después en la función como mujer y coreógrafa. Nada que ver.

En el auto, camino a La Plata, donde se llevan a cabo las funciones de este Lado A, trato de entender qué lado voy a ver. Me lleva un tiempo memorizar que éste es el A, un estreno, y que el Lado B se estrenó en la capital, primero en el festival de danza y hace unos meses en un teatro del Abasto. No importa. Sé que las dos obras comparten la misma inquietud, la pregunta por la muerte, y que las dos obras se meten con el tema de distintas maneras.

El Grupo Krapp, un grupo de bailarines, músicos y actores, le preguntó a una serie de autores, coreógrafos, y cineastas, cómo representarían la muerte en escena. Así, Adónde van los muertos (Lado A) es una serie de entrevistas (pregunta, respuesta y respuesta a la respuesta) a partir de las que los artistas de Krapp ofrecen su versión de la muerte en clave de movimiento, visual o sonora. Estas entrevistas están presentadas como proyecciones de video sobre una caja negra de gran tamaño a la derecha de los espectadores que hace las veces de bambalinas y pantalla. Sobre una caja igual, a la izquierda, se proyecta un número secuencial, seguido del nombre de la persona que habla sobre su versión de la muerte y explica su idea de cómo representarla. A esta información se agrega una brevísima síntesis a modo de apunte conceptual que indica cómo Krapp interpretó las palabras de estos creadores para luego poner en escena algo, o algo muy diferente, de lo que se expuso en la pantalla de la derecha.

Mientras miro con interés la sucesión de posiciones con respecto a la muerte como hecho existencial y su traducción a material escénico, recuerdo que la teórica de performance, Peggy Phelan, siguiendo a Herbert Blau, escribe que el teatro es un ensayo para la muerte, un hecho efímero que está marcado tanto por la repetición como por la desaparición. Una desaparición que se ensaya, hasta ser, como en el caso que se estudia en Lado A, definitiva.

Apenas comenzada la obra, siguiendo las observaciones de una coreógrafa que plantea en su entrevista que concibe la muerte como una sucesión de movimientos regulares, contínuos (la vida para ella es interrupción, discontinuidad), Krapp utiliza las dos cajas que enmarcan los costados del escenario para formar un trencito en el que los integrantes del grupo se van sumando al emerger de las cajas convocados por el integrante anterior que los saca del afuera del escenario. Moviéndose de manera simple, casi meciéndose, los miembros de Krapp se trasladan de una a otra caja para sumar a otro más, hasta llegar a un punto cuando de las cajas ya no emerge nadie. Allí imagino que se está convocando a la ausencia y que me invitan a ver en ese no emerger la presencia de aquello cuyo sitio se desconoce, ese cuerpo que no está para sumarse y sin embargo se evoca desde un delicado bamboleo conjunto.

Algo an-icónico (“¿Tienen que representar a la muerte por contrato? ¿Y si hacen otra cosa, qué pasa?”) dice, palabras más palabras menos, uno de los reconocidos autores convocados.

Otro, en francés, coreógrafo él, dice, citando, que la vida es todo aquello que resiste y que entonces la muerte no resiste, dando así las coordenadas para una situación de movimiento en una especie de match de lucha que se traza con ropas que dos integrantes de Krapp van dejando en el piso.

Otro artista, cultor de un particular estilo de teatro documental, plantea que le interesan aquellos que trabajan alrededor de la muerte, sus experiencias, asistiendo, dando morada, y así aparece en el escenario una mujer, la tía de uno de los integrantes de Krapp, que es dueña de una funeraria.

Otro habla de una obra que siempre se estuviera terminando y Krapp loopea el final de Carmen, para ofrecer una serie de finales de grandes escenarios y mucha tradición.

Algunos de los entrevistados eligen, tal vez no tienen más remedio, resignarse a mostrar el fracaso de sus ideas, dada la inconmensurabilidad del tema.

Incluso a uno, percibiendo lo inoperante de su planteo, se lo ve luchar para que Krapp pueda sacar algo en limpio, “algo que sirva”.

Tal vez no sea casual que sea una mujer, otra artista de los procedimientos de realidad, quien en su entrevista deschave el verdadero motivo, el motor de la obra, que, dice, no es el deseo de hablar de la muerte en general, sino de la muerte de un integrante del grupo Krapp, su iluminador, un muchacho delgado como Diana y con su roja cabellera, al que imagino en el infinito, representado por ella (mi miopía y extrañeza).

Parece que la artista que en su entrevista develó el corazón de la obra proveyó un texto que el grupo decidió no mostrar y lo dicen en frases que corren proyectadas en la caja del lado derecho, donde acaba de concluir la entrevista, mientras apoyado en una de sus esquinas uno de los integrantes de Krapp toca en la guitarra una melodía que parece no tener pausa, que corre como corre el texto, que habla del grupo como agente, al grupo le pasó, el grupo pensó, tal vez será que el grupo se está muriendo también, y cómo hace un grupo de teatro para seguir sin su iluminador, que el teatro no se puede hacer a oscuras y la platea está a oscuras y eso se supone un efecto democratizador, y la pregunta no es sólo por lo que se ve o no se ve sino por la voz, la voz del iluminador que quedó en el contestador pero que se fugó del cuerpo, el cuerpo se tiene, está, aunque muerto, pero qué pasa con la voz, mientras a oscuras, efecto de fuegos artificiales, de aquel fin de año, el último, se escuchan las voces del grupo que se turnan para llamarse, Fernando, Luciana, Gabriel, Edgardo, Luis, como instrucciones a oscuras, antes de que él nos dé ese cenital, esa calle, antes del comienzo de una función.

Imposible comunicar la experiencia de ese momento, una parte donde se hizo pausa en los registros transitados hasta allí, en donde la angustia existencial de cómo representar la muerte (tarea propuesta a los artistas cuya entrevista se muestra a la derecha de escena) se hacía trizas con un chiste o con una traducción descabellada o arbitraria como representar la imagen de un actor saliendo de su ropa en el suelo pensada por una coreógrafa (Diana), a través de Don Quijote y Sancho Panza, un caballo salido como de la más elemental obra de teatro infantil y un paisaje de vasitos de un verde chillón postmoderno.

Phelan también decía que la tarea de escribir sobre performance debería guiarse por el deseo de escribir para la desaparición, reconociendo lo efímero del acontecimiento, y no a contrapelo de ésto, intentando congelar o reproducir con palabras con ánimo de exorcismo. Cuesta no ceder a la tentación de disponer del video de la función, del guión, dar cuenta de un orden preciso, dar crédito exacto, reconstruir. Y el asunto no termina aquí, en qué se hace con lo que se dispone, sino en el por qué de la escritura, otra forma de nombrar el haber estado allí, como esa espectadora especial que entrecerraba los ojos para que Diana se transforme en el iluminador de esos cabellos rojos que, miope, confundo con los de Diana, y lograr así que la escena se bañe de esas luces imaginadas y ejecutadas por él.

Adónde van los muertos (Lado A)
Función del domingo 4 de septiembre de 2011
Teatro Argentino Centro de Experimentación y Creación

Autoría: Luciana Acuña, Gabriel Almendros, Luis Biasotto, Edgardo Castro, Fernando Tur
Traducción: Sara Chaumette
Vestuario: Mariana Tirantte
Escenografía: Mariana Tirantte
Iluminación: Matías Sendón
Diseño sonoro: Rodrigo Sánchez Mariño
Video: Alejo Moguillansky
Música original: Gabriel Almendros, Fernando Tur
Asistencia de escenografía: Gonzalo Cordoba Estevez
Producción: Gabriela Gobbi
Colaboración artística: Lola Arias, Fabiana Capriotti, François Chaignaud, Fabián Gandini, Stefan Kaegi, Federico León, Mariano Llinás, Mariano Pensotti, Rafael Spregelburd, Diana Szeinblum
Dirección: Luciana Acuña, Luis Biasotto

Trailer de la obra (English subtitles)

One comment on “Adónde

  1. lula
    September 9, 2011

    Gracias Marsha! yo a veces también lo veo entre la gente y no tengo miopía. Beso. Lu

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This entry was posted on September 8, 2011 by in Uncategorized.
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